(in)Justixia Parte V
Aún no puedo creer lo que hizo Charli, dejó que el azar decida si moriríamos. Fue una suerte que no estemos muertos, pensaba el joven detective Xosé Yuste mientras su compañero le pedía indicaciones a Jessie Pincay de la dirección donde podían encontrar al narco que traficaba NKNC. Era una lluviosa madrugada en Guayaquil, el sol se preparaba para salir y los detectives querían resolver el caso cuánto antes.
Llegaron a la casa ubicada en el tradicional barrio Las Peñas, pero no en la zona casi rural que existe, sino en una de las casas que se encontraban a orillas del río. Al acercarse a la casa se percataron que alguien estaba huyendo, se trataba del sospechoso, Harry El Gringo Zambrano, no se había alejado mucho cuando Xosé salió detrás de él. El detective Cedeño se quedó con Jessie. El Gringo no fue tan rápido en comparación con el vigor juvenil de Xosé. Tras arrestarlo lo llevo de vuelta a donde se encontraba Charli y Jessie.
Así que tu eres el que vende esa porquería que está matando a otras personas y de seguro también eres el asesino de la mujer de Lomas de Urdesa, dijo Xosé. ¡¿Asesino?! Yo no he matado a nadie, aquí hay un error. No saben con quién se meten, tengo amigos poderosos que van a acabar con ustedes, respondió El Gringo Zambrano.
¿Amigos poderosos? ¡Vaya ahí! Entonces parece que estás bien conectado, te aseguro que tus "amigos" van a caer contigo carela. Aquí se va a hacer justicia, aseguró el detective Yuste. Qué ingenuo, mis amigos son la justicia, contestó el recién arrestado narco de forma arrogante.
No adivinas lo que este man me acaba de decir Cedeño. Al parecer hay peces gordos de algún ente de justicia metidos en esta mierda de las drogas, le comentaba Xosé a Charli mientras se acercaba a ellos.
De pronto un estruendo por arma de fuego, junto a los detectives se creó una nube roja de sangre a causa del impacto de una bala en el cráneo del Gringo Zambrano. Los detectives se lanzaron al suelo para evitar otro impacto y fue entonces cuando pudieron observar que los matones del apartamento de Jessie los habían alcanzado. Se abrió la balacera, Jessie en el piso gritaba espantada a causa de los disparos. Los sicarios enardecidos por su anterior encuentro disparaban como locos. Charli y Xosé en cambio eran más precisos, se tomaban respiros entre cada disparo para asegurarse que hagan daño. Y así lo consiguieron.
Después de acercarse sutilmente desde la banda derecha del estrecho callejón del barrio Las Peñas, el joven Yuste logró acertar a uno de los matones, produciendo su muerte instantánea. Los otros miembros del escuadrón de hombres armados se retiraron al ver la baja de uno de los suyos y la habilidad para meter bala de los detectives.
Se acercaron al cuerpo que ahora se encontraba en medio de un charco de sangre, le retiraron la máscara que traía puesta. Fue Charli el que se dio cuenta de quién era, se trataba de Jaime Pistoletes Intriago, miembro de una las bandas más buscadas de sicarios del país. El rumor decía que tuvo que salir del país por la persecución que había por su cabeza, era imposible que haya regresado sin ayuda de alguien con poder, pero ¿quién?, se preguntaba Charli mientras veía el cadáver.
Revisaron la ropa del occiso y encontraron una caja de fósforos con publicidad del burdel de Madame Bouvier, también encontraron un teléfono celular con una sola llamada de un número desconocido, sin otras llamadas y sin contactos.
El sol comenzaba a salir, los detectives decidieron que sería mejor llevar a Jessie bajo custodia y tratar de empezar a resolver lo que estaba pasando con lo que sabían hasta el momento.
Alguien murió la noche anterior, dos personas acaban de morir en menos de diez minutos, alguien poderoso está involucrado y lo peor de todo, nos quieren muertos. Todos estos pensamiento cruzaban por la cabeza del detective Cedeño. Entonces notó algo raro en su novato compañero. Estaba pálido.
¿Qué te pasó Yuste? ¿Estás pálido como la yuca?, pregunto Charli casi riéndose. Es la primera vez que mato a una persona, contestó Xosé con una expresión de tristeza e incertidumbre en su rostro. Sin importar que sea una persona buena o mala, me cuesta asimilar que maté a alguien, continuó.
El semblante de Charli cambió por uno muy serio y apático. Eras tú o él, Xosé. Tú o él, manifestó el experimentado Carlos Cedeño. ¿Es acaso esa una ley de la jungla?, respondió el joven detective.
No, es una ley de Guayaquil, replicó su veterano compañero. Acostúmbrate novato, para seguir en el UCAD tienes que sobrevivir. Creo que es hora de enfriar la cabeza en la oficina y encontrar de una vez quién está detrás de esto. Eran las seis de la mañana y la lluvia comenzaba a detenerse, no sin antes enjuagar toda la sangre derramada sobre la ciudad del río Guayas y el cerro Santa Ana.
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