(in)Justixia Parte VII



Llegó el momento. Alguien tiene que pagar, alguien va a pagar - pensaba el joven Xosé Yuste - El cerdo que le hizo daño a esa pobre mujer, que trató de matarnos, tendrá que responder a todo el peso de la ley. 

Charli, por su parte, manejaba con mucha seriedad el auto camino al punto de encuentro. ¿Será una trampa? ¿Realmente se presentará quien está detrás de esto? Éste y otro tipo de preguntas cruzaban la mente de Carlos Cedeño, experimentado detective del UCAD. El tramo hacia el lugar de la siniestra reunión cada vez se hacía más corto. Durante todo el camino los detectives no cruzaron miradas, ni una sola. Están absorbidos en sus pensamientos, desenredando, atando cabos, encontrando un posible ápice de solución a la pregunta que los ha perseguido más de 24 horas, ¿quién?

Finalmente llega el momento. Han arribado a donde han sido citados para el macabro encuentro. ¿Será una trampa? Volvió a pensar Charli. Al acercarse, el primer tropezón, algunas patrullas de la policía judicial se encuentran en el sitio acordado. 

¡Qué macabro lugar!, pensó Xosé mientras observaba el viejo galpón del camal municipal al sur de la ciudad al cual fueron citados. El abandono lo habían convertido en un fétido hueco que enviaba un claro mensaje, muerte.

¡Vaya sorpresa!, pensó Charli mientras miraba extrañado las tres patrullas. Algo no estaba bien, él lo sabía, ¿sería una coincidencia? ¿Llegaron tarde y los judiciales atraparon al asesino?

Los detectives bajaron del auto y se dispusieron a entrar. Cargaron sus armas, por si acaso, pero ¿qué peligro podría haber? ¿Quién podría hacerles daño en este lugar?

Al entrar, se les amargó el día. Era Ricardo Ricky Ricón Soria, el fiscal que se habían encontrado en el departamento de la occisa, el detestable sujeto que ningún detective del UCAD quiere encontrarse. Con mucha "calidez" fueron recibidos por una burlona sonrisa del señor fiscal que se encontraba acompañado de una docena de oficiales en uniforme de operativo. Chalecos, máscaras, rifles de asalto. Todo el equipo necesario para poder detener a un asesino vicioso y todo su círculo de drogas.

Se nos adelantaron, dijo en voz baja Xosé a su compañero. El joven comenzó a avanzar para disponerse a explicar su presencia en el sitio al fiscal Soria. Charli, en cambio, se quedó estático, pensativo, observaba detenidamente al hombre del traje pomposo. Al salir de su trance comenzó a acercarse.

Vaya sorpresa caballeros, parece que una vez más les he ganado la partida y atrape al culpable antes que ustedes, muchachos del UCAD - comenzó diciendo el fiscal Soria - Nunca he visto la necesidad de su pequeño “escuadrón”, no son más que un montón de incompetentes y no solucionan nada - continuó - Ahora si me siguen, podrán conocer a los culpables de los incidentes ocurridos en Lomas de Urdesa. Causaron un verdadero problema también en Las Acacias y en Las Peñas - concluyó el fiscal.

¡¿Qué acaba de decir Ricky Ricón?!, se preguntó  Xosé interiorizando con asombro las recientes declaraciones realizadas, algo no concordaba. 

Prosiguieron en compañía de cuatro oficiales del operativo hacia la parte de atrás del galpón, en el camino los detectives cruzaron miradas ligeramente, ambos sospechaban que algo no estaba bien. El ímpetu de Xosé lo hizo actuar, realizó una pequeña seña rascando su ojo para alertar a Charli y empujó al fiscal Soria hacía una bóveda de refrigeración. Los oficiales de operativos dispararon tras la agresión contra el fiscal pero los detectives lograron ponerse a salvo dentro y bloquear la puerta. No duraría mucho una vez que todos los oficiales la derriben.

Dentro de la bóveda, Xosé sacó su arma y la apuntó hacia el fiscal Soria, ¿por qué? - preguntó el joven detective - ¿por qué asesinó a Caterine Suarez? 

¡Te has vuelto loco Yuste!, gritó Charli. El fiscal Ricardo Soria comenzó a reir con descaro. Qué valiente eres para hacer semejante acusación novato pero no tienes nada contra mí, dijo el fiscal.

Claro que sí - respondió Xosé, también con una sonrisa, mientras sacaba una cajetilla de cigarrillos de su bolsillo - ¿desea un cigarrillo señor fiscal?, preguntó a Ricky Ricón que comenzó a cambiar el semblante de su cara.

Los golpes de un rompebarreras sonaban en el exterior, los oficiales trataban de derribar por la fuerza la puerta. Los golpes cada vez se hacían más y más fuertes. El tiempo se les agotaba a los detectives.

Tras la pregunta de Xosé y el cambio de expresión del fiscal Soria, Charli entendió lo que estaba sucediendo. Finalmente la búsqueda había terminado, el asesino, el criminal detrás de los asesinatos y las drogas estaba en el mismo cuarto que ellos. El detective Cedeño sacó su M1911 para apuntar al fiscal y con su Colt apuntó la puerta para cubrir la entrada de los oficiales del operativo.

¿Cómo te diste cuenta Xosé?, preguntó el experimentado detective a su compañero, la preocupación invadía su rostro con el sonido de cada nuevo golpe que derribaba de a poco la puerta. Xosé mantenía la calma y la sonrisa.

Primero, me sorprendí cuando mencionó lo de Las Acacias - respondió Xosé Yuste - Eso no lo puse en el reporte que presentamos hoy en la oficina. Llámalo una novatada pero olvide reportar ese incidente en el informe final. Y luego me dí cuenta de un importante detalle, el cigarrillo. Yo lo tomé a escondidas, nadie se percató que faltaba en el departamento, nadie excepto una persona que sabía que ese importante pedazo de evidencia estaba en la escena del crimen y solamente un fiscal podría tener accesos a una investigación forense - continuó Xosé - Solo tu podrías haber alterado los resultados de la prueba de los forenses, pero yo nunca envié el cigarrillo tampoco. Podríamos decir que mis dos novatadas terminaron sirviendo para resolver el asesinato de Caterine Suarez - concluyó el joven detective.

El fiscal Soria comenzó a aplaudir casi al unísono de los golpes que trataban de derribar la puerta. Su semblante volvió a cambiar por el de una amarga y déspota sonrisa. 

Te felicito novato, me has desenmascarado - dijo Ricardo Soria - Pero, ¿qué vas a hacer? ¿Qué van a hacer Cedeño y tú? Yo sigo siendo el fiscal, yo sigo siendo el que tiene poder, además de oficiales leales a mí, apunto de matarlos en cuanto entren. 

En realidad los traje aquí para matarlos - continuó  el corrupto fiscal - e inculparlos por el homicidio de la prostituta esa. Al menos se irán a la tumba sabiendo quién es el verdadero culpable.

Entonces, ¿qué tal si nos vamos juntos al infierno? - dijo Charli mientras apuntaba sus dos armas hacia el fiscal Soria - ¿Te gustaría morir hoy asquerosa rata?

¡¿Acaso no saben con quién se meten imbéciles?!, gritó Ricky Ricón. Nosotros controlamos este país. Nosotros somos los que llevan las riendas de lo que está bien o mal. Mañana puedo matar a alguien y hacerlo parecer que fue un accidente - explicaba el fiscal Soria - Esto es Ecuador, el país de los ciegos, los sordos y los mudos. Nosotros nos aprovechamos de eso y manejamos las cosas como nos dé la gana, porque podemos y porque a la gente no le importa.

¿Creen que a la gente le importa el insignificante asesinato de una puta? - continuó el corrompido fiscal - A nadie le va a importar la vida de una miserable. Eso es lo hermoso de este país, aquí a la gente no le importa una mierda los demás. 

Es más se me ha ocurrido una brillante idea. Voy a dejarlos vivir hoy. Voy a dejarlos vivir sabiendo la verdad. De que son gente honorable, justa, honrada y no pueden hacer nada para detenerme. Ni a mí, ni a los que están conmigo. Mato gente todos los días. Su muerte no significará nada, pero los voy a dejar vivir sabiendo la verdad - concluyó el fiscal Ricardo Soria.

En ese momento la puerta cayó, los oficiales entraron y se disponían a matar a los detectives pero con una señal del fiscal Soria se detuvieron y salieron escoltando a su jefe.

Los dejo muertos en vida caballeros, impotentes y con sed de justicia. Sé que eso será mejor que simplemente llenarlos de plomo y arrojarlos al río, expresó el inclemente fiscal Soria mientras se retiraba.

El joven Yuste se arrojó al piso, impotente, apenado y sin respuesta. Su compañero se acercó y trató de levantarlo, de animarlo a continuar.

Vamos Xosé levántate, esto aún no se acaba - dijo Charli - Aún no estamos acabados, seguro ese payaso de Ricky Ricón ganó hoy, pero no nos vamos a detener hasta ponerlos tras las rejas. A él y a todos sus asociados. 

¿Tú crees que podremos contra tanta corrupción, contra tanta injusticia?, preguntó el detective Yuste mientras se levantaba.

Cómo el lo dijo, esto es Ecuador, esto es Guayaquil. La injusticia es lo que comemos, lo que consumimos, desde los diarios hasta el gobierno y en verdad a nadie parece importarle - respondió Charli a su compañero - Pero nosotros no nos detendremos hasta acabar con cada una de las ratas que se han encargado de dilapidar la libertad y la paz de todos.

Xosé sonrió con ironía y salió con su compañero del galpón camino al auto, camino a continuar con su trabajo.

Vamos a hacer que todos estos descarados paguen por lo que hicieron. Sobretodo Ricardo Soria, dijó Xosé antes de subir al auto.

Súbete novato, tenemos mucho por hacer, respondió Xosé subiendo al auto y preparándose para salir a hacer su ronda del día.

A bordo de un Chevy Nova 88 dos detectives circundan las calles de Guayaquil, haciendo todo lo necesario para detener a los corruptos, en la ciudad del río y los cerros. Los ríos de sangre y los cerros de cadáveres que no han podido saciar su sed de justicia. Que esperan por la redención de los crímenes que acabaron con sus vidas. Ahora ellos saben lo que se esconde detrás de la superflua realidad de la ciudad.  Ahora ellos se han propuesto acabar con esto. Con tanta injusticia.

Fin...

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