Renacer

¿A qué le teme la gente al morir? Después de todo, no es tan malo. La eternidad está llena de radiantes luces que apenas pueden distinguirse. Las vidas de quienes amamos pasan alrededor nuestro como veloces películas que vemos durante el resto de la existencia. Aquí, la idea de renacer está conectada a otro concepto muy poderoso: recordar.

Es que no hay exageración alguna cuando dicen que los muertos entierran a sus muertos. Los he visto. Como los vivos, con el pasar del tiempo, olvidan a aquellos que ya no están en su mismo plano y los muertos quedamos relegados a lo que para otros es un inframundo. Los que fuimos y no volveremos a ser nos quedamos aquí, observando los eones de existencia del universo en primera fila. Porque renacer es un privilegio que solo llegan a obtener aquellos que calaron tan profundo, que jamás son olvidados.

Alguna vez pensé que yo era uno de esos afortunados, pero estaba equivocado. Desde mi eterna estancia veo como mis amigos, luego mis hermanos y finalmente mis padres, dejan atrás mi recuerdo. Aquellos que fueron mis compañeros en la escuela, los partidos de fútbol o las salidas con chicas, continuaron con sus vidas. En raras ocasiones me recuerdan, pero luego el peso de su presente los hace caminar hacia adelante sin mirar atrás. Mis hermanos, como siempre, peleando. No logran entender que solo se tienen el uno al otro y que me apenan sus patéticos conflictos mundanos. Por último mis padres, que decidieron tomar caminos diferentes, en lugar de fortalecer el vínculo que nos une a los tres, el que pensé que jamás se rompería. Me equivoqué. Cada uno vive su vida, con remordimientos, pero sin mirar lo que se quedó en la travesía.

Sin embargo, hay algo diferente esta noche. Imágenes de mamá manejando cruzan a través de mi mente y de repente un choque. El sonido del golpe es estruendoso y los de sus gritos desgarradores. Siento desesperación por primera vez en mucho tiempo y siento como una fuerza sobrehumana me transporta a toda velocidad. De pronto, me encuentro en el mismo lugar por donde salí del mundo de los vivos. Ahora me muevo a toda velocidad hacia el lugar del accidente. ¡Mamá está viva! Pero no hay nadie cerca que pueda auxiliarla. Debo buscar a alguien de inmediato. No sé quién pueda verme o escucharme, seguro en algún lugar uno de mis amigos me recuerda y me ayudará.

Me traslado a toda velocidad a cada de cada uno de ellos, pero ninguno se acuerda de mí. No pueden ni siquiera distinguirme y otros se llevan un gran susto. No es para menos, han visto un fantasma. ¿Quién más podría ayudarme? Pienso de inmediato en papá y salgo a toda velocidad a buscarlo. Lo encuentro cenando con su nueva familia pero eso no evita que en un momento en que se queda solo aparezca ante él. “Papá, soy yo. ¿Me recuerdas? Necesito tu ayuda”, le digo. Asombro y duda invaden su rostro. “Papá, por favor. Tienes que recordarme. Soy yo. Mamá te necesita”. Después de algunos segundos en silencio responde con un tono aterrado: “No sé quién eres. Disculpa, mi esposa está en la otra habitación, ¿a quién buscas?”. Sus palabras son como golpes que hacen que comience a desvanecerme. No sé cuánto tiempo me quede antes de regresar a la eternidad, no sé cuánto tiempo le quede a mamá. Mi último plan, ¡mis hermanos!

Los veo a lo lejos dentro de un auto y salgo disparado hacia ellos. Puede escucharlos discutir. Tengo que hacer una entrada que los levante de sus asientos. Espero que recuerden, que no me hayan olvidado. Caigo delante de ellos como un relámpago. Detienen el auto con apuro, me imagino que piensan que casi los parte un rayo. Salen para ver qué sucedió y aparezco en medio del humo y las intensas luces que acabo de generar. “Andrew, Lois, soy yo, David”, ambos se quedan atónitos pero confundidos. Puedo ver en sus expresiones que no recuerdan quién soy. “Por favor ayuden a mamá. Está en apuros”, siguen sin comprenderme. Finalmente, una exclama: “¿Quién eres?”, y el dolor de no ser recordado vuelve a invadirme. Pierdo las esperanzas de que alguien pueda ayudar a mamá. Me doy cuenta que fallé en mi misión y comienzo a desaparecer de vuelta hacia la eternidad. Es hora de despedirme: “No se preocupen ya, mamá estará bien. Yo la cuidaré desde el otro lado”, les explico a mis hermanos. “Nunca pude decir adiós antes, agradecerles por una maravillosa niñez, por toda la diversión que tuvimos juntos. Gracias por haber sido mis hermanos y por todo el cariño que me dieron siempre”, termino de despedirme y mi cuerpo comienza a desaparecer nuevamente hacia la nada. Mis hermanos se quedan sorprendidos frente a mí, observan lo que está pasando pero no lo comprenden realmente. Entonces, algo les hace clic: “¡David!”, exclaman con gran fuerza y se lanzan a abrazarme. “Perdónanos, por favor, ¿cómo podríamos olvidarte, hermano?”. El poder de su cariño, de sus recuerdos me traen de vuelta. Los abrazo también con mucha fuerza. ¡Cómo los había extrañado!

Mi hermano mayor pregunta por mamá. Les explico sobre el accidente que vi y subo al auto con ellos. Mientras uno conduce, otro llama a la ambulancia. Llegamos al lugar del choque. Nuestra madre sigue con vida y el sonido de la ambulancia se percibe de cerca. Entre los tres la sacamos de los restos del auto. Al abrir sus ojos nos ve a los tres, sí a los tres. Ella también me recuerda. “Mis amados hijos, gracias por estar aquí. Por venir por mí”, exclama con las pocas fuerzas que tiene. Me mira fijamente y me dice que lo contenta que está de verme. Ella me llamó con su pensamiento, esa de seguro fue la fuerza que me trajo de vuelta al mundo de los vivos. Fue la única que jamás me olvidó.

Una vez terminado el incidente una luz invade la profunda noche y se posa sobre mí. Mis hermanos saben que es tiempo de la despedida. Me dan otro abrazo muy fuerte y prometen no volver a olvidarme. Les pido que cuiden de papá y que no peleen. Ahora solo se tienen el uno al otro y sería muy triste saber que no se dan cuenta del poderoso lazo que hay entre hermanos. En un ráfaga de energía, me transporto de vuelta a mi eterna residencia. Desde aquí puedo ver la recuperación de mamá. Me siento muy feliz de haberla ayudado.

No consigo explicarme qué sucedió. Las reglas de este lugar dicen que los muertos no regresamos al plano de los vivos. Sin embargo, entiendo el poder que tiene el amor y cómo la memoria de mi madre me llevó de vuelta. Ella pedía por mí, por mi auxilio y nunca dejó de recordarme. Y mis hermanos tampoco, aunque les costó en un principio, la fuerza de su cariño y los momento que vivimos juntos fueron suficientes para darme los preciosos segundos con los que pudimos ir al rescate de mamá.

Recordar es renacer y puedo descansar en paz con la certeza de que los seres que más amo en el universo me tienen siempre presente en sus vidas. Entro nuevamente en el profundo sueño del que me despertaron y comienzo a planificar cómo será recibirlos cuando les llegue su hora. No paro de pensar en mis hermanos y Jamás olvidaré la hermosa noche en que por breves horas renací para siempre en sus memorias y salvamos juntos a mamá. Andrew y Lois, no me olviden. Yo jamás lo haré.

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