Drogas: El Precio Que Todos Pagan
En más de una ocasión he tenido la oportunidad de conversar con personas que aseguran disfrutar de los efectos “recreativos” de drogas como la marihuana, y me he preguntado qué es lo extraordinario de este tipo de sustancias que cobran vidas casi todos los días. No lo digo por las repercusiones que puedan tener en la salud, sino por el daño colateral que muchos no llegan a percibir.
A menos que seas un horticultor aficionado, como George Washington o Thomas Jefferson, que cultivaban sus propias raciones de Cannabis Sativa, eres parte de un sistema que destruye vidas y familias todos los días.
He podido experimentar el horror de un padre que ve a su hijo, fuera de sí, pidiendo dinero para obtener el "preciado" bien, y también la desesperación y el llanto desgarrador de una madre que no logra hacer reaccionar a su retoño para que despierte de esa terrible pesadilla. Al observar estos rostros, pienso en la serie de situaciones y eventos que tuvieron que ocurrir para que un sinfín de jóvenes vivan los horrores de la adicción a los narcóticos. Llegué a darme cuenta que incluso yo soy culpable de lo que muchas familias afrontan. No por que consuma, sino porque callo cuando otros lo hacen.
Es increíble que existan personas que justifiquen su proceder con frases como: "solo lo hago de vez en cuando", "tengo autocontrol" o "tú eres curuchupa y no entiendes de esto". Tal vez los que no tienen idea de nada son otros. Después de pensarlo por algún tiempo, saqué algunas conclusiones personales sobre el funcionamiento de la macabra maquinaria de las drogas.
Primero, si tú te consideras una persona con autocontrol, pues enhorabuena. Lastimosamente hay muchísimas más que no han tenido la educación a la que tú accediste o que no gozan de la "madurez" que tú tienes para poder decir: hoy sí, mañana no. Un gran porcentaje de casos de drogadicción ocurre en grupos de clases sociales bajas. Para estas personas, una probada del estupefaciente de turno es suficiente para quedar atrapados en un oscuro rincón del mundo en el que muchas veces la muerte termina siendo la única salida.
No me voy a hacer el tonto, también hay que incluir en este grupo a las bebidas alcohólicas. Éstas tienen un efecto similar al que causan las drogas. Pero retomando la idea anterior, por cada individuo con “fuerza de voluntad” que disfruta de sus drogas "recreativas", hay tal vez tres, cuatro o hasta cinco personas más que son adictas.
Y lo que no todos percibimos es que al final del día es un negocio, un sucio y asqueroso negocio, en donde los narcotraficantes, los dealer, los pusher no pueden depender solo de aquellos que las disfrutan de vez en cuando, sino que, como buenos sapos que son, atrapan a cualquier mosca que vuele cerca de su pestilente pantano. Ese es el comercio real. Si me preguntaran a qué industria pertenecen las drogas, diría que, junto con las armas, a la industria de la muerte.
La próxima vez que tengas en mente disfrutar de un porrito con tus panas de confianza, piensa en las personas y familias que se destruyen a causa de tu decisión. Reflexiona sobre ese precio que todos pagan y que muy pocos han logrado descifrar.
Para que todo el mal causado por el narcotráfico llegue a su final no es necesaria tanta violencia contra los carteles, ni grandes tratamientos en clínicas de rehabilitación. Solo hay que utilizar la sabiduría de Adam Smith -padre de la economía moderna- para comprender que sin demanda (sin compradores) el mercado se quiebra y la oferta desaparece. Sencillo, ¿verdad?
Observa a tu alrededor e imagina cómo sería un mundo libre de drogas, pon el primer bloque para construir esa idea con una respuesta muy simple: No.
A menos que seas un horticultor aficionado, como George Washington o Thomas Jefferson, que cultivaban sus propias raciones de Cannabis Sativa, eres parte de un sistema que destruye vidas y familias todos los días.
He podido experimentar el horror de un padre que ve a su hijo, fuera de sí, pidiendo dinero para obtener el "preciado" bien, y también la desesperación y el llanto desgarrador de una madre que no logra hacer reaccionar a su retoño para que despierte de esa terrible pesadilla. Al observar estos rostros, pienso en la serie de situaciones y eventos que tuvieron que ocurrir para que un sinfín de jóvenes vivan los horrores de la adicción a los narcóticos. Llegué a darme cuenta que incluso yo soy culpable de lo que muchas familias afrontan. No por que consuma, sino porque callo cuando otros lo hacen.
Es increíble que existan personas que justifiquen su proceder con frases como: "solo lo hago de vez en cuando", "tengo autocontrol" o "tú eres curuchupa y no entiendes de esto". Tal vez los que no tienen idea de nada son otros. Después de pensarlo por algún tiempo, saqué algunas conclusiones personales sobre el funcionamiento de la macabra maquinaria de las drogas.
Primero, si tú te consideras una persona con autocontrol, pues enhorabuena. Lastimosamente hay muchísimas más que no han tenido la educación a la que tú accediste o que no gozan de la "madurez" que tú tienes para poder decir: hoy sí, mañana no. Un gran porcentaje de casos de drogadicción ocurre en grupos de clases sociales bajas. Para estas personas, una probada del estupefaciente de turno es suficiente para quedar atrapados en un oscuro rincón del mundo en el que muchas veces la muerte termina siendo la única salida.
No me voy a hacer el tonto, también hay que incluir en este grupo a las bebidas alcohólicas. Éstas tienen un efecto similar al que causan las drogas. Pero retomando la idea anterior, por cada individuo con “fuerza de voluntad” que disfruta de sus drogas "recreativas", hay tal vez tres, cuatro o hasta cinco personas más que son adictas.
Y lo que no todos percibimos es que al final del día es un negocio, un sucio y asqueroso negocio, en donde los narcotraficantes, los dealer, los pusher no pueden depender solo de aquellos que las disfrutan de vez en cuando, sino que, como buenos sapos que son, atrapan a cualquier mosca que vuele cerca de su pestilente pantano. Ese es el comercio real. Si me preguntaran a qué industria pertenecen las drogas, diría que, junto con las armas, a la industria de la muerte.
La próxima vez que tengas en mente disfrutar de un porrito con tus panas de confianza, piensa en las personas y familias que se destruyen a causa de tu decisión. Reflexiona sobre ese precio que todos pagan y que muy pocos han logrado descifrar.
Para que todo el mal causado por el narcotráfico llegue a su final no es necesaria tanta violencia contra los carteles, ni grandes tratamientos en clínicas de rehabilitación. Solo hay que utilizar la sabiduría de Adam Smith -padre de la economía moderna- para comprender que sin demanda (sin compradores) el mercado se quiebra y la oferta desaparece. Sencillo, ¿verdad?
Observa a tu alrededor e imagina cómo sería un mundo libre de drogas, pon el primer bloque para construir esa idea con una respuesta muy simple: No.
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