Ahorcado Sobre El Abismo
Como en una novela de misterio, conjugada con toques de suspenso, esta tarde me he encontrado con la historia del difunto poeta guayaquileño David Ledesma Vásquez y vaya que, pese a haber ocurrido 54 años atrás, es una historia que ha causado más que un simple interés. Todo lo contrario, ha desatado un misterio que me propuse resolver.
Comienzo agradeciendo la amabilidad de la maravillosa persona que compartió conmigo el artículo que data de marzo de 2012 en diario El Universo. Al leerlo, el título fue lo primero que llamó mi atención, “La risa del ahorcado del poeta David Ledesma Vásquez”. Qué encabezado tan macabro, pensé.
Mientras recorría con gran atención las líneas de la nota, podía percibir una tristeza inherente, propia de la trágica historia del personaje en cuestión, para quien nunca fue sencillo adaptarse al rechazo de sus propios padres a razón de su falta de masculinidad y la oposición de ellos a la ocupación que él había escogido. La historia capturó mi atención por una serie de detalles que ahora encuentro perturbadores.
Este hombre era un poeta de veintisiete años que además de dedicarse a la poesía, trabajaba en un medio de comunicación, una radio donde se transmitía su programa “Aquí Cuba”. Pese a que pertenecía a una familia acomodada, cuya casa se ubicaba en el Barrio del Centenario, vivió en la miseria de una pequeña habitación dentro de una vecindad del centro de la urbe. Esta serie de detalles me parecieron muy extraños. Sobre todo porque yo soy un escritor de veintisiete años que trabaja para un medio de comunicación y vive en una casa en el mismo barrio porteño. Todos los pormenores antes mencionados hicieron aún más perturbador el trágico final.
Un treinta de marzo del 61 encontraron sin vida, colgando de una corbata, amarilla dice la leyenda, al joven poeta quien se suicidó, en la residencia de sus padres, producto de una profunda depresión. Aquí es cuando vino de inmediato el misterio: ¿Cuál es aquella casa? ¿Será acaso la mía?
Sé, por lo que he escuchado, que mi familia se mudó a Guayaquil en el año 73 y vinieron a vivir a nuestra casa actual en el 74. Durante toda la tarde recorrió por mi cabeza la idea de que quizás yo habitaba la casa del difunto poeta.
Aclaré la duda cuando consulté con mi abuela las condiciones bajo las que se compró la casa donde vivimos. Los primeros habitantes fueron los Parker, la casa se construyó en los inicios del barrio y esta no pasó a propiedad de otra familia sino hasta que fue adquirida por los Reese, quienes luego la venderían a mi familia a través de don Francisco Alarcón, yerno de doña Virginia de Reese.
Pero eso no resolvía el misterio de encontrar la casa de los Ledesma Vásquez. Mi corta investigación no consiguió situar el lugar de la residencia, pero me ha llevado a descubrir otro tipo de datos que encuentro igual de importantes. Sospecho que la muerte autoprovocada por el joven David se produjo por la depresión que sentía a causa de su condición homosexual. Hecho que buscó ocultar a sus padres al punto de casarse y darles una nieta. Sin embargo, el perturbado poeta se embriagaba en las noches y daba vueltas alrededor del parque Centenario en búsqueda de saciar su carne.
Otros datos interesantes son los presagios de muerte que se auguraban desde sus obras. Tras su deceso se descubrió una obra inédita titulada: “La risa del ahorcado o la corbata amarilla”. ¡Vaya título! Qué después se convertiría en realidad con su trágica caída al abismo, como él mismo relata en algunos de sus escritos.
Tras mi improductiva investigación al no encontrar la ubicación de la casa donde pereció Ledesma Vásquez y tras leer algunos fragmentos de sus obras, me he podido dar cuenta de la frágil condición que tienen muchos autores y artistas que no logran superar las diferentes desventuras de sus vidas, culminando con muertes prematuras en condiciones funestas.
Quedo pendiente de hallar la vivienda del occiso poeta, pero lo dejaré para otro día. Ahora me quedo con la reflexión de las fortalezas que hay que tener para no dejarse vencer por las adversidades. El abismo de la depresión no es profundo si se tiene la fuerza para seguir adelante. La parte más oscura de la noche es justamente antes del amanecer y es importante que quien sufre desconsuelo se aferre a la vida hasta ver los primeros rayos de sol de un nuevo día.
Comienzo agradeciendo la amabilidad de la maravillosa persona que compartió conmigo el artículo que data de marzo de 2012 en diario El Universo. Al leerlo, el título fue lo primero que llamó mi atención, “La risa del ahorcado del poeta David Ledesma Vásquez”. Qué encabezado tan macabro, pensé.
Mientras recorría con gran atención las líneas de la nota, podía percibir una tristeza inherente, propia de la trágica historia del personaje en cuestión, para quien nunca fue sencillo adaptarse al rechazo de sus propios padres a razón de su falta de masculinidad y la oposición de ellos a la ocupación que él había escogido. La historia capturó mi atención por una serie de detalles que ahora encuentro perturbadores.
Este hombre era un poeta de veintisiete años que además de dedicarse a la poesía, trabajaba en un medio de comunicación, una radio donde se transmitía su programa “Aquí Cuba”. Pese a que pertenecía a una familia acomodada, cuya casa se ubicaba en el Barrio del Centenario, vivió en la miseria de una pequeña habitación dentro de una vecindad del centro de la urbe. Esta serie de detalles me parecieron muy extraños. Sobre todo porque yo soy un escritor de veintisiete años que trabaja para un medio de comunicación y vive en una casa en el mismo barrio porteño. Todos los pormenores antes mencionados hicieron aún más perturbador el trágico final.
Un treinta de marzo del 61 encontraron sin vida, colgando de una corbata, amarilla dice la leyenda, al joven poeta quien se suicidó, en la residencia de sus padres, producto de una profunda depresión. Aquí es cuando vino de inmediato el misterio: ¿Cuál es aquella casa? ¿Será acaso la mía?
Sé, por lo que he escuchado, que mi familia se mudó a Guayaquil en el año 73 y vinieron a vivir a nuestra casa actual en el 74. Durante toda la tarde recorrió por mi cabeza la idea de que quizás yo habitaba la casa del difunto poeta.
Aclaré la duda cuando consulté con mi abuela las condiciones bajo las que se compró la casa donde vivimos. Los primeros habitantes fueron los Parker, la casa se construyó en los inicios del barrio y esta no pasó a propiedad de otra familia sino hasta que fue adquirida por los Reese, quienes luego la venderían a mi familia a través de don Francisco Alarcón, yerno de doña Virginia de Reese.
Pero eso no resolvía el misterio de encontrar la casa de los Ledesma Vásquez. Mi corta investigación no consiguió situar el lugar de la residencia, pero me ha llevado a descubrir otro tipo de datos que encuentro igual de importantes. Sospecho que la muerte autoprovocada por el joven David se produjo por la depresión que sentía a causa de su condición homosexual. Hecho que buscó ocultar a sus padres al punto de casarse y darles una nieta. Sin embargo, el perturbado poeta se embriagaba en las noches y daba vueltas alrededor del parque Centenario en búsqueda de saciar su carne.
Otros datos interesantes son los presagios de muerte que se auguraban desde sus obras. Tras su deceso se descubrió una obra inédita titulada: “La risa del ahorcado o la corbata amarilla”. ¡Vaya título! Qué después se convertiría en realidad con su trágica caída al abismo, como él mismo relata en algunos de sus escritos.
Tras mi improductiva investigación al no encontrar la ubicación de la casa donde pereció Ledesma Vásquez y tras leer algunos fragmentos de sus obras, me he podido dar cuenta de la frágil condición que tienen muchos autores y artistas que no logran superar las diferentes desventuras de sus vidas, culminando con muertes prematuras en condiciones funestas.
Quedo pendiente de hallar la vivienda del occiso poeta, pero lo dejaré para otro día. Ahora me quedo con la reflexión de las fortalezas que hay que tener para no dejarse vencer por las adversidades. El abismo de la depresión no es profundo si se tiene la fuerza para seguir adelante. La parte más oscura de la noche es justamente antes del amanecer y es importante que quien sufre desconsuelo se aferre a la vida hasta ver los primeros rayos de sol de un nuevo día.
Comments
Post a Comment