Un Circo Casi Romano

Ha pasado más de un milenio desde la caída del imperio romano. Su decadencia se produjo en gran parte por las malas administraciones de aquellos emperadores llamados César, sobre todo de los últimos. A partir de esto, los bárbaros se aprovecharon de ésta situación y terminaron de desintegrar al que era el más grande imperio de la época.

A pesar de que los años han pasado y que la majestuosa Roma yace como una ciudad moderna que guarda los vestigios de la superpotencia de antaño, enterrados bajo suelo o en exhibición en un museo, parece que una de las decadentes prácticas de aquel entonces ha atravesado las barreras del tiempo para aterrizar en nuestro tiempo. Es el circo romano, aquel deplorable espectáculo de crueldad y engaño que tanto amaba el pueblo. 

Uno de los aciagos emperadores romanos dijo alguna vez que todo lo que el pueblo necesita es pan y circo, ¡vaya frase! En gran medida, es aquí donde nacen las primeras formas de populismo, aquella desdichada práctica política creada con un solo fin: Engañar al pueblo y mantenerlo entretenido, mientras los gobernantes hacen de las suyas.

Es que es imposible pensar que nuestro "magno emperador", un hombre tan preparado en las mejores atenas del mundo y tan conocedor de los problemas que enfrenta su imperio, se atreva a hacer espectáculos deplorables acompañados de insultos, cantos y bailes que denigran su figura de autoridad. Lo que un enfermo necesita es un médico y lo que una nación enferma necesita es un líder que pueda hacer progresar a su pueblo, no engañarlo con promesas del mañana y acciones del pasado.

La delgada línea de lo éticamente aceptable ha sido cruzada, mas a nadie parece importarle que el emperador se crea el dueño del circo y el maestro de ceremonias, aunque realmente tiende a hacer el papel de payaso. Y no es que sea el gran Pagliacci, no; es el payaso que cuenta chistes de buseta, burdo y vulgar.

Da la impresión de que el presidente quiere ser todo en uno, omnipresente y omnipotente, como los emperadores del degenerado imperio romano, una monarquía teocrática absoluta, en donde él es juez, jurado, ejecutor y dios de la única lógica, la suya.

Seguro tiene mucho sentido que un hombre que expone su cuello, exclamando enérgicamente para que le quiten la vida si pueden, llame al diálogo y a la calma. Sí, seguro tiene mucho sentido. Pero la historia es así de injusta y nadie recuerda esas cosas. 

Es evidente que el deterioro de nuestra sociedad comenzó el día en que uno de los ilustres miembros de su corte real envió a aquellos que poseen más a comer materia fecal. Esto junto a otras oprobiosas situaciones comienzan a marcar un declive y el final de los días del emperador, la hora ya está cerca y los bárbaros ya están aquí, a las puertas del deteriorado imperio del petróleo y el guineo, el que más riquezas ha tenido en los últimos doscientos años y el que más se ha endeudado, ¿qué pensarán de usted, Señor Emperador, los brillantes Aristóteles y Sócrates que tuvo como maestros? Le aseguro que no hace honor a ellos. 

El reloj comienza a marcar la hora del acto final, el telón está por cerrarse, el Gran Payaso lo sabe y lanza los últimos trucos que tiene bajo la manga. Ya es muy tarde, la audiencia se ha aburrido del circo y comienza a levantarse para salir. Poco a poco se irá quedando solo en el escenario y el remate de la broma será él.

Redoble de tambores. Las luces se apagan. Adiós.

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