CUENTO CORTO: Más Que Suerte
Más Que Suerte
Es un nuevo día en el siglo XXX, ha pasado mucho tiempo desde que la humanidad creó el sortemático, una prótesis cibernética que se incorpora a los recién nacidos para ir acumulando suerte durante sus vidas. Esto causó cambios radicales en el mundo, ya que la suerte pasó a ser la moneda de uso oficial en todo el mundo; se volvió, incluso, más valiosa que el oro.
Esto desaceleró en gran medida el avance de la humanidad porque se volvió más sencillo ahorrar suerte que esforzarse por conseguir las cosas. Muchos humanos perdieron su vida a causa de no tener la desdichada moneda que ahora se usaba y los que quedaron con vida se dedicaron a tener trabajos mediocres ahorrando toda la suerte que consiguieran a la espera de poder intercambiarla por otros bienes.
Ahí aparece el señor Sitto, un representante de Sortebank, una de las muchas instituciones que se dedican a acumular suerte para los ricos y poderosos, entregando bienes materiales a los menos afortunados.
A diferencia de su padre, Broder es un joven de 15 años que asiste a la escuela y que no posee una suma importante de suerte. Aunque se vive en un mundo en donde aprender cosas nuevas importa muy poco, a muchos jóvenes con suerte se los envía a institutos donde les enseñan cómo usar sus reservas del codiciado bien. Sin embargo, los días de Broder están cargados de sal.
Amanece en casa del joven y el papá se retira al trabajo. La mamá lo levanta para que asista al instituto. Se le hizo tarde.
¡A levantarse hijo que estás tarde para el colegio!, gritó ofuscada. El muchacho se levantó como un resorte y se percató que su alarma no sonó.
Rayos – expresó con tristeza – la alarma se volvió a apagar durante la noche, pensó Broder. Se dirigió de inmediato al baño y se observó al espejo mientras lavaba su rostro. Pudo notar que su blancanieve piel, sus tostados ojos cafés y su apagado cabello negro, seguían siendo los mismos del día anterior. Su nariz era respingada pero pequeña y sus músculos no se habían abultado.
Otra vez no tuve la suerte de amanecer con una mejor apariencia. Y justo hoy pensaba invitar a salir a Linda, recordaba el desafortunado Broder que bajaba a toda velocidad para tomar su desayuno y salir a tomar el bus.
¡Adiós mamá!, gritó a toda velocidad despidiéndose. Su madre se acercó a la puerta y gritó para que lo escuche a la distancia:
“Hijo, no olvides llegar temprano. Con algo de suerte tu papá traerá la cena de hoy.”
Llegando a la escuela, el joven se bajó del bus e ingresó al edificio donde tomaba sus clases, pero antes de poder entrar en su aula dos abusones se le acercaron.
Pero si es Broder, dijo uno de ellos. A ver, cuánta suerte tienes hoy que nos hace falta alguna a nosotros, continuó el otro.
¡Peralt, Gallito!, les respondió. Por favor no me quiten hoy la poca que tengo, voy a necesitarla para el examen de más tarde, dijo casi rogando el pequeño Broder a sus enormes compañeros.
Lo siento, pero ya sabes lo que te pasará si no cooperas, contestaron mientras se reían del indefenso muchacho que no tuvo más opción que entregarle toda la suerte que tenía para el día.
Y como no podía ser de otra manera, Broder, un chico sin suerte, tuvo el peor día de su vida. Durante la mañana falló las tres pruebas que debía rendir. Por la tarde, durante el almuerzo, tropezó con una mesa y su comida cayó al piso. Al hacer el intento de invitar a salir a Linda, la chica que le gusta, fue rechazado brutalmente por ella, lo que lo convirtió en el hazme reír de todos. Finalmente, no alcanzó a tomar el bus para llegar a tiempo a casa y se quedó sin cenar.
Esa noche el triste joven se dio cuenta que le sería imposible que su vida mejore mientras siga asistiendo a esa misma escuela, permitiendo que le quiten la suerte que necesita para progresar.
Escaparé de casa, pensó el adolescente. Puso en marcha su plan de inmediato, armando maletas con todo lo que necesitaba. Escribió una nota para sus padres, explicando sus motivos para huir y se fue del hogar.
Mientras caminaba y se alejaba de su ciudad rumbo a las junglas que se habían formado alrededor de las ciudades con más suerte. Se encontró con un señor de extraña apariencia que estaba sentado mirando unos papeles envueltos en cartón. Broder se percató que el fulano no tenía el implante del sortemático en su pecho y vestía muy diferente a los demás.
Con mucha curiosidad se acercó a donde se encontraba el excéntrico hombre, saludó y preguntó qué es lo que hacía sentado allí.
Hola pequeño, contesto el señor. Me ha sorprendido que me saludes, muy pocas personas lo hacen estos días, continuó. A pesar de contar con poca suerte, Broder era educado y respetuoso con los demás.
Verás, lo que estoy haciendo es leer un libro, respondiendo la pregunta del extrañado muchacho.
¡¿Un libro?! ¿Qué es eso?, preguntó con incertidumbre el joven. El señor le explicó que los libros eran objetos que guardaban el conocimiento que los seres humanos usaban para aprender cómo lograr las cosas antes del invento de los sortemáticos. Broder se quedó escuchando con atención.
Soy el profesor Mento y viajo por el mundo buscando lo que queda de libros antes de que entren en desuso. Tengo un montón en mi remolque, explicó el peculiar hombre que vestía lo que parecía era ropa del siglo XXI.
¿Usted cree que podría pasar mañana por mi casa y mostrarme los libros que tiene?, al muchacho le había parecido muy interesante la idea de aprender cosas nuevas que nadie quería enseñarle.
Por supuesto que sí, contestó el profesor Mento mientras acordaban la dirección de la casa y la hora.
Aunque el aspecto de este hombre de edad avanzada con la parte superior de su cabeza calva y cabellos plateados largos saliendo de los costados y recogidos con un moño no asustaba a Broder, sus padres lucieron poco encantados con el susodicho profesor. No obstante, al ver el interés de su hijo y el hecho de que regresó a casa después de que había decidido huir, sus progenitores le permitieron que frecuente con los libros del que ahora era el maestro de su retoño.
Durante semanas Broder leía libro tras libro, aprendiendo un sin número de cosas nuevas. Cada vez que el profesor Mento llegaba con uno nuevo, el muchacho no perdía el tiempo y comenzaba a leerlo. Así, en unos meses decidió finalmente regresar al instituto.
En un comienzo estaba nervioso pero recordó una de las cosas que había aprendido: “En la vida hay que ser valientes y esforzarse, no hay que temer ni desmayar”. De esa manera encontró la forma de dialogar con los abusones que lo molestaban, usando su ingenio y recién adquirido sentido del humor logró hacer amistad con los que ahora eran sus guardaespaldas. Pudo, al fin, ser lo suficientemente encantador para invitar a salir a Linda y hasta enamorarla. Las lecciones del instituto nunca más fueron un problema. Broder Sitto no tenía suerte pero había conseguido algo más importante: educación y determinación.
A la despedida del profesor Mento solo asistió el agradecido joven que se sentía en deuda con el sabio anciano que había logrado que se supere sin la necesidad de la suerte.
Adiós Broder, has sido un gran amigo y un excelente alumno, voy a extrañarte jovencito. Nunca olvides que ahora tienes un bien más preciado que el dinero, el oro y hasta la suerte. Tienes formación y cultura. No dejes de leer, los libros son el mejor tesoro que esconde este mundo, dijo Mento mientras se despedía del joven.
Muchas gracias por todo. Sabe durante todo este tiempo nunca le pregunte su nombre. Perdone mi torpeza, dijo el triste alumno al despedir a su maestro.
¡Jajaja!, rio mansamente el profesor Mento al ver a su pupilo. Toma Broder, esta es mi tarjeta de presentación, finalizó antes de partir. El joven la tomo y se dieron un último apretón de manos.
El remolque se alejaba mientras Broder veía como se marchaba su amigo. Al desvanecerse a la distancia recordó la tarjeta y la leyó. Esta tenía impreso:
Prof. Kohn Occi Mento
Cazador de Libros
Algo Más Que Suerte
Tras leer esto el joven se dio cuenta que ya había encontrado un propósito de vida. Él, también, quería convertirse en seguidor del conocimiento y educar al mundo para librarlo de la necesidad de depender de la suerte.
Broder se sonrió mientras atardecía en las afueras de la ciudad. Regresó a casa para comenzar a planear su nueva aventura. La excéntrica vida de un cazador de libros.
Comments
Post a Comment