La Señora M. Huerte

Llevo algún tiempo tratando de entender a esta caprichosa señora que parece actuar sin lógica alguna. Con el pasar del tiempo he comenzado a entender de que tratar de encontrarle una explicación sería como hallar una aguja en un pajar o alcanzar a contar los granos de arena de una playa. Muchas veces la cruel dama vestida de negro llega sin previo aviso y toma de la mano a un ser querido para llevárselo a ese eterno viaje sin retorno que siempre produce tristeza y desconsuelo en muchos. Pero, ¿realmente debemos temerle?

Yo creo que no se le debe de temer, aquí vale la pena aplicar esa popular máxima que dice, a la mujer no hay que entenderla, hay que amarla; y con Madame M. Huerte, se debe aplicar este mismo principio. Por supuesto que por naturaleza los seres humanos tememos a lo desconocido, sin embargo, morir puede terminar siendo una gran aventura, solo es cuestión de no dejar nada pendiente en esta vida, por la que pasamos simplemente como pasajeros. Somos un mero suspiro, un efímero parpadeo, en relación al tiempo que transitamos esta irónica existencia.

El problema que muchos tienen, lidiando con la parca, es su súbito arribo, dejando a muchas personas sin el tiempo necesario para dejar resueltos todas las cosas que por mucho tiempo dejaron pasar sin solucionar. Y que orgullosa que es en ese sentido esta antojadiza mujer, está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja antes de finalmente “derrotarnos”. Me pregunto también, ¿es en verdad una derrota?

Para quienes decidieron simplemente ser meros espectadores de su tiempo, aquellos que solo buscaban divertirse sin formar las bases de su garantizado retiro, de seguro ha sido una derrota y el merecido descanso que todos merecemos después del punto final de nuestra biografía nunca llegará. Por eso siempre valdrá la pena vivir una vida al servicio de los demás, cada buen gesto con el prójimo es un granito de arena que ponemos en la balanza con la que Mercedes Huerte nos pesará al término de nuestro tiempo.

Cabe destacar el buen humor de llamar Mercedes a la muerte, porque en definitiva estamos a merced de sus antojos, los mismo que muchas veces no logramos comprender cuando se trata de aceptar la partida de un ser amado, del cual estamos convencidos no debía aún entrar en el sueño perpetuo. No obstante, este es su modus operandi, no perdona a nadie y es implacable, llega sin avisar y se despide sin dar explicaciones. 

Esto causa un gran conflicto cuando no se dá la oportunidad de un merecido hasta pronto a aquella persona que tanto extrañaremos, por eso siempre es importante dar gracias cada día por tener a la familia y amigos con nosotros, nunca sabemos cuando ya no estarán. Recordarles cada día cuánto los apreciamos es un valioso ejercicio para hacer más sencillo el inevitable desenlace de la historia de sus vidas.

¿Qué es lo que me ha llevado a escribir estas líneas sobre la sra. M. Huerte? Quizás porque he aprendido a abrazarla y valorarla, he asimilado que en muchos casos la muerte no es tan arbitraria como parece y en realidad se lleva a aquellos que están listos para dar el siguiente paso, se lleva a los mejores exponentes del universo en el momento en que menos se espera porque tienen algo que aportar en otro plano de existencia. Somos flores en un gigante jardín, las más hermosas son cortadas tempranamente para engalanar la morada de la novia fiel, la que nos espera hasta el final de los días. 

Hay que, sin embargo, tener cuidado en no caer en la mal interpretación de que un llamado a la muerte sea la solución a las cosas que nos golpean en vida. Solo ella tiene el derecho a escoger la fecha y hora de nuestro vuelo hacia el destino que nos espera. Tratar de decidir por cuenta propia puede causar un gran enojo por parte de esta celosa mujer que nos puede dejar varados en el peor de los lugares en el caso de sentirse traicionada por quién se quita la vida. 

Lo único que al final del día podemos hacer es guardar un gran respeto por esta bella mujer, que a pesar de los años cumpliendo su inclaudicable tarea, sigue permaneciendo joven y hermosa a pesar del arduo trabajo que realiza. No olvidemos, también, el mensaje positivo que nos deja con el cuál tenemos que aprender a dar gracias por los seres queridos que tenemos con nosotros. No dejemos para el final las cosas que podemos decir hoy. 

Esa es la señora M. Huerte, para muchos cruel, para otros amable; su llamado es innegable y su victoria absoluta, aprendamos, en el tiempo de existencia que nos quede, a entender estos fundamentales principios para que cuando llegué nuestra hora podamos estar preparados para afrontar con valor el ineludible final. ¿Fin?

“Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte.” 
-- Leonardo Da Vinci

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